
Los antidepresivos se convierten en el principal recurso para pacientes con malestar emocional – Los ciudadanos se vuelven intolerantes al sufrimiento y ven la felicidad como un derecho
Nadie le ha pedido explicaciones, pero prefiere estar ligeramente enferma a confesar que se siente infeliz. Sara entró hace unos días por la puerta de la consulta diciendo al doctor que se encontraba cada día más triste sin saber por qué y salió de allí con la receta de un conocido antidepresivo. No es algo excepcional. Sara forma ya parte de la estadística.
Son muchos los pacientes aquejados de malestar emocional que, gracias a una medicación controlada, son capaces de asumir los claroscuros de su vida. Aunque lo suyo no sea una depresión. Por fortuna para ellos, porque la depresión clínica, endógena o exógena, es un mal profundo del que cuesta salir.
Los antidepresivos más usados, desde la fluoxetina (el célebre Prozac) a los de última generación, se diseñan pensando en los enfermos reales. Sin embargo, la gran paradoja es que también se benefician de este arsenal farmacológico personas con leves cuadros depresivos o con dificultades emocionales. Personas que no deberían tomarlos en sentido estricto, pero que de hecho los consumen porque se los recetan.»No me importa hacer autocrítica: no siempre los recetamos para los verdaderos enfermos, sino para pacientes con otro tipo de sufrimiento. Y lo hacemos así porque funcionan», reconoce el psiquiatra del hospital Clinic de Barcelona Víctor Navarro. «No sabemos bien por qué les ayuda, porque es algo que no está avalado por estudios ni por la literatura médica, pero de hecho atenúa su situación», añade.
Pese a todo, hay especialistas que consideran que para una mayoría de pacientes esos fármacos o son inútiles o actúan como meros placebos.
El debate está ahí: ¿deben los médicos exigir que se padezca una profunda depresión para recetar antidepresivos o debe extenderse su influencia a los que sufren una tristeza inexplicable o en algunos casos lógica por haber sufrido una pérdida real?
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En muchos malestares subyacen problemas adaptativos. Todo el mundo se está adaptando a algo, a una nueva responsabilidad o relación, a un nuevo jefe. Pero junto a esa realidad, Eudoxia Gay, ex coordinadora de Salud Mental de la provincia de Córdoba, sostiene que crece también la sensación de que el sufrimiento o la excesiva dificultad resultan ya intolerables. «Falta mucho aguante. En vez de afirmar: ‘Me siento hecho polvo porque me han traicionado o mentido, o porque he fracasado, o me han prejubilado’, la tendencia es que se recurre a la enfermedad para borrar con un analgésico nuestros resentimientos, odios, inseguridades», argumenta. «En parte, los responsables somos los sanitarios, al medicar ese malestar», admite Gay, miembro del patronato de la Fundación Castilla del Pino.
Naturalmente, cada caso es único. «Cuando no se está bien, y se tienen alteraciones que los requieren, los fármacos son una opción eficaz». La psiquiatra piensa, sin embargo, que este culto al dios medicamento, esta atracción fatal por las farmacias, no es inocente. «Las mismas compañías aseguradoras no quieren hablar de tristezas y desánimos, por hondos que sean, y si se produce una baja al trabajo tiene que haber una enfermedad que la justifique», continúa.
¿Qué está pasando? A las consultas llega cada vez más gente cargada de problemas existenciales.
«El riesgo es que no se elaboren los conflictos, y que surja una cronicidad en el cuadro depresivo. Y que al buscar la solución, surja la dependencia», advierte la psiquiatra Eudoxia Gay. «Sería genial que hubiera más psicólogos en la Seguridad Social y que los pacientes, una vez pasado el estado lloroso inicial, contaran con ayuda especializada para solucionar por sí mismos sus problemas», declara Víctor Navarro por su parte «Pero tenemos que jugar con lo que hay, y no puedes dejar a la gente sin nada». A muchos una psicoterapia les serviría más que una pastilla, «pero hay pacientes que no pueden permitirse pagar un psicólogo privado. En cuanto a otros, vemos de antemano, por su escasa disposición, que no se van a prestar a ninguna terapia», añade Navarro.
«Eso no excluye que expliquemos al paciente que está triste por un hecho objetivo (una pérdida, un trauma, un disgusto grande), que va a seguir triste a pesar de la medicación. La tristeza lógica no se puede eliminar, y el antidepresivo lo único que hará será suavizar el duelo. Si se ha muerto su madre hace poco y va al cine con unos amigos, por ejemplo, podrá concentrarse en la película y evadirse unas horas,
La gama de psicofármacos, clasificados por familias, es amplia: antipsicóticos, ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos, antiepilépticos… De ellos, los más consumidos son los antidepresivos y los ansiolíticos. En una década, el uso de los ansiolíticos por excelencia, las benzodiacepinas, se ha duplicado. Aunque las benzodiacepinas no se recetan sólo para trastornos de ansiedad, ese es el uso más extendido de este tipo de fármacos cada vez más democrático. En uno de los últimos estudios facilitado por la Agencia Española del Medicamento, se menciona que uno de cada diez españoles adultos reconoce haber tomado algún medicamento de esta familia de forma esporádica o continuada. Entre los antidepresivos, uno de los principios activos más recetados en estos momentos es escitalopram. Pasada la fiebre inicial por el Prozac que aún subsiste, uno de cada tres pacientes a los que se les prescribe ahora antidepresivos toma probablemente un preparado de escitalopram. De cualquier modo, los más usados son los antidepresivos ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina), de los que según los últimos datos disponibles se venden al año más de 15 millones de envases. Si a estos se suman los de otros antidepresivos, el consumo anual sobrepasa los 24 millones de cajas.
En medio de esta necesidad creciente de un ansiolítico o un antidepresivo, Gay teme que se desatienda a los psicóticos, justamente los que no se creen enfermos, mientras que otros, los neuróticos o deprimidos, copan las consultas.
Fuente:http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Conjurar/tristeza/pildoras/elpepusoc/20100406elpepisoc_1/Tes
autor: I. de la Fuente
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Me parece estupendo que un artículo sobre este tema ocupe un espacio en un periódico como El País.
En este blog hemos hablado en distintas oportunidades del uso incorrecto de la medicación y de la dificultad en detectar y soportar emociones y sentimientos ligadas a la pena y la tristeza . No obstante debemos precisar que no se trata solo de hablar de la «orientación al exito» de las sociedades occidentales ni de añadir algo obvio como el dato de que saturar de serotonina al cerebro es inútil si hemos perdido el norte.
Como casi todo, estas conductas se enmarcan en un escenario en el que aseguradoras y farmacéuticas mantienen cautivo un publico consumidor e instalan en los ámbitos académicos «tendencias» que avalan la intervención conductual y farmacológica para garantizar operadores.
La medicalización del malestar no se sostiene sin una filosofía de la salud y la enfermedad mental.
Es claro que sería mejor tener más psicólogos en la Seguridad Social, aunque sea para no aumentar el gasto en medicamentos…no ya porque evitaría iatrogenias y cronicidades. En España existen 4 psicólogos cada 100.000 hab. cuando la media europea es de 11 cada 100.000. ¿Que rázon hay?
Se debe trabajar la imagen social de la psicología, incluso con otros miembros del equipo de salud; un psicólogo no solo es alguien que puede favorecer resultados positivos a la hora de llamar las cosas por su nombre. También es alguien entrenado para el diagnóstico.Uno de los consultados dice : «se ve de antemano que no hay aceptación de la psicoterapia»¿??…y ¿como evalúa este profesional la analizabilidad de ese paciente? ¿Usando el consabido: yo no estoy loco, deme algo que me haga sentir mejor? ¿que técnica utiliza para decidir cuál es la mejor estrategia?.
Sin embargo, si ese mismo paciente solicita antibioticos para un dolor de garganta porque «tiene que sentirse bien» para ir a trabajar, el medico no los recetará si no lo considera procedente.
¿Que cambia y por qué?
Es interesante lo que dice uno de los profesionales consultados respecto de que tanto «ruido» provocado por consultas colapsadas por el «malestar de la subjetividad no respetada», hace que los cuadros psicóticos que necesitan medicación no opinable se pierdan por falta de una correcta visión.
Y ya sabemos los riesgos que esto supone.
De lo que se trata, una vez más, es de llamar a las «cosas por su nombre». ¿Es esto posible en la sociedad del miedo?