
Basada en las memorias de Colin Clark que relatan la experiencia de ser el tercer asistente de dirección de una película con Marylin de protagonista concretamente , El principe y la corista , la película transcurre plácidamente entre dialogos breves y referencias a citas de la actriz del tipo:
«Los hombres se acuestan con Marylin y se despiertan conmigo».
Colin vive su semana mágica en contacto con la que era una de las mayores estrellas de Hollywood en franco enfrentamiento con Laurence Olivier.
Una impecable Michelle Williams interpreta a la actriz en sus diarios devaneos e inseguridades tratando de interpretarse a sí misma en cada detalle de su personaje.
Una película que se deja ver, más cercana a una serie de televisión que a un film, sorprendiendo porque aún haya alguien que tenga algo para decir y que no se haya ya dicho del fenómeno MM.
Medio siglo después de su muerte Marilyn parece más viva que nunca.
Pero nuestro mundo no es el del cine sino el de la mente y «la Monroe» siempre nos ha llamado la atención, quizás porque arrastramos muchos interrogantes relativos al rol que los psicoanalistas y el psiconanálisis jugaron en su corta y escindida vida.
Concretamente en ese 1957, Marylin consulta a Anna Freud derivada por su analista en ese momento, Marianne Kris, que no puede viajar para atenderla en medio de la crisis nerviosa provocada, como siempre, por las presiones del rodaje sumado a la desaparición de Arthur Miller y a un aborto espontáneo.
En los archivos del Centro Anna Freud su ficha dice :»Inestabilidad emocional, impulsividad exagerada, necesidad constante de aprobación exterior, no tolera la soledad, tendencia a las depresiones en caso de rechazo, paranoica con brotes de esquizofrenia.» Un rosario de contraindicaciones para pensar en un proceso psicoanalitico y eso sin considerar sus acting out sexuales y su adicción al alcohol y los barbituricos.
En la película, casi se caricaturiza el rol de Paula Strasberg como actor coach en un «tu sabes, tu puedes, tu eres la mejor» que haría palidecer a Claudio Naranjo. Quizás a 25.000U$S la semana como cobraba en aquel 1957 yo también mentiría tan descaradamente ¿O no? porque era evidente que ni sabía, ni podía, ni era la mejor. Pero el Actor´s Studio y su método Stanislavsky pulido por Lee Strasberg no se sentía capaz de decirle que no. «Sacar lo que tienes adentro, tu propia historia» para construir un personaje es una trampa cuando solo tienes una imágen, cuando solo eres imágen.
Su último analista y quizás el más culpable en esta historia-Ralph Greeson– se preguntaba el porqué de la fascinación de Marylin por su propia imágen, su deseo de ser fotografiada que contradecía su pánico escenico. » Es que «no tengo que decir nada, no tengo que hablar» , frente a una cámara las escenas debían ser repetidas casi 30 veces cuando lo normal es 5, mientras tanto era capaz de someterse sin problemas a interminables sesiones de fotos con algunos de los más prestigiosos fotógrafos de la época, con resultados siempre espectaculares, desde Milton Greene a Henri Cartier Bresson, Richard Avedon o Bert Stern. Treinta años después , en los 90, es probable que otra hubiera sido su vida, nadie la hubiera empujado al celuloide, hubiera vivido tranquila y neuróticamente como modelo, pero en los 50/60 no era ni el momento ni el lugar. La «estrella del psicoanalisis», no realiza ningún diagnóstico en esos 30 meses de tratamiento, hasta el 4 de Agosto de 1960, fecha del ¿suicidio? de la Monroe.»Aunque tiene el aspecto de una toxicómana no encaja en esa categoría, tiene 34 años y sigue funcionando con la idea de que es una niña pequeña», apunta. Greeson va rompiendo todas y cada una de las bases del encuadre, la recibe todos los días, a veces hasta cuatro horas diarias, inclusive festivos, la autoriza a que lo llame a todas horas, tanto de día como de noche y hasta la aloja en su casa y la presenta a sus hijos, la lleva de vacaciones con su familia; gestiona sus relaciones amorosas con Yves Montand, Arthur Miller, los hermanos Kennedy y Sinatra. Finalmente, se convierte en el representante de su carrera, garantizando al estudio Fox que controlará su impuntualidad crónica, según ella porque «si te esperan garantizas que te querrán».
Cualquier terapeuta que haya tratado un paciente de estas características sabe de esa demanda constante que requiere del NO como terapia, casi en exclusiva, generalmente seguido de un abandono del tratamiento ante la imposibilidad de consolidar una alianza terapéutica.
El analista, decía Lacan, debe renunciar a la posición del Amo, el discurso del amo es el reverso del discurso del analista. El analista, en la transferencia, ocupa un lugar de poder respecto de su paciente, pero debe renunciar a utilizarlo para su provecho personal ó para sugestionar a su paciente, limitándose a acompañarlo en su intento de atravesar su fantasma.
Greenson seducido por la idea de convertirse en el que «cura» a la mujer más famosa del mundo (aunque también por intereses económicos) chocará con la deontología más básica y con las elementales reglas de esta profesión.
Onfray se retuerce de felicidad en su sillón de filósofo»anti».
La terapia continuó cada vez más intensa y caótica; el rodaje de «Vidas rebeldes», durante el verano de 1959, fue otro desastre: depresión, comas etílicos y hospitalización. «Ante todo, me esfuerzo por ayudarla a que deje de sentirse sola, para evitar que busque una salida en las drogas o frecuentando a personas destructivas. Es el tipo de terapia que se adopta con una adolescente que requiere consejos, afecto y firmeza», se justificaba.
¿El trastorno límite de Marylin (en términos actuales) era tratable?
¿Había alguna posibilidad, alguna salida a esa patología de borde avalada, sustentada y legitimada por toda una «industria»?.
Creería que no, que la pulsión de muerte, representada por un prematuro miedo a envejecer ( «No quiero envejecer. Quiero ser siempre como soy hoy. Sigo sin saber actuar. En el momento en que mi cara no esté a la altura y, cuando mi cuerpo siga el mismo camino, entonces no seré ya nada. Nada en absoluto») no dejaba espacio para nada que no fuera imagen vacía.
Cerca del final, Marilyn, que había seducido y manipulado por su sufrimiento «real» a sus maridos, amantes, amigos y terapeutas, ejerce sobre Greenson una fascinación especial. El propio Greenson le confiesa a Anna Freud: «Se ha convertido en una mujer paranoide y muy enferma. Puede usted imaginar lo difícil que es tratar a una actriz de Hollywood, a alguien que se encuentra completamente sola en el mundo, pero que, al mismo tiempo, es una gran celebridad».
Marilyn y el que ella llama su «salvador» entran juntos entonces en lo que la psiquiatría denomina «folieux a deux».
Cada cual asume los síntomas del otro, él evita a los pacientes y pasa su tiempo en los pasillos de los estudios de la Fox, cediendo por una especie de complejo de Pigmalión. Pero, tras dos años de una enorme atención, Greenson se cansa y huye a Europa, como lo hizo Miller, como lo hicieron todos.
Marilyn, murió dos meses después. Está claro que Greenson no mató a su paciente, pero quizás eso no nos alcance a la hora de valorar cuál debe ser nuestro rol como terapeutas en patologías «de borde», quizás debamos trabajar en nuestros obstáculos y en nuestras posibilidades reales y sobre todo ejercer una crítica despiadada de nuestro rol como antesala de una intervención eficaz.
Por suerte para nosotros, pobres psicoterapeutas y psicoanalistas, Marylin Monroe solo hubo y habrá una.
Con respecto al comentario del ANIMA, agrego que el arquetipo no solo había capturado a Marylin sino que se puede pensar que Greenson también quedo preso en la telaraña. (Esto puede tenerse en cuenta al pensar su falta de etica y exceso de ambición)
Hola Raquel. Yo también vi la película la semana pasada, la actuación de la protagonista es muy buena… no sabía que Greenson el autor de Técnica y Teoría del Psicoanalisis había sido SU psicoanalista ! Hay en Yoy Tube un documental donde se muestran muchas de las fotografías tomadas por su amigo Milton. Son realmente extraordinarias. Te paso el link por si querés verlas. http://youtu.be/8U_AUl9K2lw Muy bueno tu post! Es inquietante atestiguar los estragos a los que puede conducir un tratamiento mal encaminado. Por lo que conozco de Claudio Naranjo, no me imagino en absoluto que hubiera avalado actitudes como las de Paula Strasberg. No se si te interpreté bien, pero esa linea de tu post me sono un poquito prejuiciosa hacia la Psicoterapia Gestaltica. Tiendo a creer que si bien su patología era muy compleja, Naranjo tal vez le hubiera hecho menos daño que Greenson. A menos que su conocimiento arquetípico junguiano no lo inmunizara contra el hechizo del ANIMA que había atrapado a Marylin… tal vez como un modo inconsciente de compensar los deficits narcisistas que estaban en la base de su sufrimiento/la fragilidad de su self? Saludos cordiales desde Buenos Aires.
Hola Alejandra:
Gracias por tu comentario. Vamos por partes :-). Muy bueno el enlace, la «serie negra» de Greene es en mi modesta opinión de las mejores imágenes de Marilyn. Sobre la referencia a Naranjo, desde luego que no es una crítica, buscaba un referente de importancia para terminar la frase. Me refería a la actitud de «coach» de Strasberg, totalmente ignorante de la realidad psiquica de su «pupila», no a la solvencia (innegable)de Naranjo y por supuesto no me refería a la gestalt de la que Strasberg no creo que tuviera idea.Seguro que Naranjo le hubiera hecho menos daño .El post pretende aportar una visión crítica del psicoanalisis americano (de los 50´y 60´)y del rol del psicoanalista que debe incluir el saber cuando NO intervenir. Sobre tu referencia a una interpretación junguiana del caso y una lectura desde ese encuadre de la relación con Greeson, excede este espacio, pero no quita que podamos abordarlo en otra ocasión. Saludos.
Justo acabo de ver la película y me pareció excelente la actuación de Michell Williams, y como estudiante de psicología coincido que MM era border. Si Lacan la hubiera atendido, probablemente su desenlace hubiera sido diferente. Su hiancia, tal vez no se hubiera desbordado. En fin, felicidades por el blog.
Hola María: Gracias por tu comentario. Imposible saber que hubiera pasado desde un análisis lacaniano. Lacan por esos años justamente trabajaba sobre el deseo del analista. Personalmente, creo que quizás sí el desenlace hubiera sido diferente pero no TAN diferente, sus posibilidades no solo por estructura psicopatológica sino por entorno, por momento histórico eran bastante escasas.- Saludos